Puerto de la Música

Puerto de la Música
Así se verá desde el río Paraná

lunes, 26 de julio de 2010

En homenaje a Mario Borgonovo

Adiós a Mario Borgonovo


Publicado en diario La Capital (Rosario), 25-07-10

REFLEXIONES

Por Rafael Ielpi

Cada vez más, a medida que pasan los años y la realidad nos enfrenta impiadosamente con sus deslumbramientos y miserias, la posibilidad de la amistad se va convirtiendo no sólo en una necesidad sino en una razón de vida. Y mucho más cuando el amigo, el compañero, es capaz de mostrarse siempre igual ante los demás, sin máscaras ni falsedad, con sus virtudes y sus defectos a la vista, desnudando casi lo que es, entregando su afecto, regalando dones de alegría, recordándonos que se vive para ser solidarios.

Mario Borgonovo hizo de esa convicción su trayecto de vida, en una ciudad en la que su nombre se asoció a ámbitos aparentemente disímiles que su inteligencia hizo convivir en armonía. En la publicidad, continuando y acrecentando
—hasta detentar un prestigio que excedió el marco rosarino—, el legado paterno y materno, con una agencia que hizo de la creatividad y la transparencia un sello perdurable. En la música y la poesía, amores que lo acompañaban desde la juventud y a los que dedicó una parte de sus años y una fidelidad inclaudicable. Desde el Mario juvenil, capaz de animarse a cantar audazmente en cafés de la Europa de los 70, al Mario que grabó sus canciones junto a grandes músicos como Agri, Roizner, Lew, Roggero o al que cantando tangos emocionó a Mario Vargas Llosa, quien lo confesaría en uno de sus artículos de "El País" madrileño.

En el compromiso con la política, desde su convicción de radical a la serena objetividad de quien supo convivir con quienes no pensaban como él, y trabajar profesionalmente para ellos tanto como para aquellos con quienes se sentía ideológicamente identificado. Por eso lo despidieron, hace muy poco, hombres y mujeres de extracciones políticas opuestas y en muchos casos irreconciliables. En el quehacer empresario, avizorando la posibilidad de negocios que excedieran las fronteras del país y lo acercaron a España.

No mucho antes de su muerte, en estas mismas páginas de La Capital, Mario recordó —con humor y buena prosa— su participación decisiva en la que sería la última visita de Borges a Rosario. Aquella vez, por haber sido también partícipe de ese episodio, pude dimensionar su sincero interés por ayudar, generosamente, a que fueran posibles hechos culturales como ese en la ciudad. Aquella experiencia con Borges, se reiteraría después con gente también inolvidable como Osvaldo Soriano o el mexicano Óscar Chávez, el Negro Fontanarrosa, o el Menchi Sábat.

Tanto entusiasmo, tanta pasión, tanta entrega, lo fueron haciendo imprescindible y necesario: para la sana alegría de las noches donde se olvidan la rutina y donde asoman canciones y recuerdos; para el diálogo apasionado sobre un país y una ciudad a los que amaba; para el análisis de proyectos; para la búsqueda de ideas creativas que ayudaran a las necesidades de sus clientes; para emprendimientos que contribuyeran al desarrollo de la ciudad; para la risa y la tristeza compartidas, para el chichoneo del fútbol.

Los que estuvimos muy cerca suyo —más de 30 años en mi caso— podemos dar fe, con alegría, de todo eso. Su amor por sus hijas, su devoción por Inés, su madre, por Lucía, su lealtad por sus amigos, su profesionalidad que aunaba creatividad y resultados, su bonhomía, su sonrisa, su militancia por la esperanza y el futuro, su compromiso con la cultura, no se fueron con él. Aunque la ciudad haya perdido un poco de lo bueno de sí misma sin él.

Fuente: http://www.lacapital.com.ar/ed_impresa/2010/7/edicion_633/contenidos/noticia_5318.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario